Por Alberto Lati
Twitter: @albertolati

Títulos al margen, también así puede medirse el mérito de Diego Simeone como director técnico del Atlético de Madrid: haber convertido a su equipo en el rival menos deseado en la mismísima Champions League.

En un sorteo en el que los líderes de grupo podían toparse con el Manchester United (que, por mucho que se queje José Mourinho, sigue siendo uno de los tres cuadros más caros del mundo) o con el Liverpool (actual subcampeón europeo e intratable líder de la Premier League), el verdadero tigre en rifa era el conjunto colchonero.

¿Por qué? Por una peculiar combinación: un plantel que ya no es austero, pero sigue jugando con el hambre y la solidaridad de cuando lo era. Así que, puesto a recurrir a alguna individualidad que desatasque todo, el Atleti puede hacerlo, lo mismo que si se trata de ganar por la vía del desgaste, del estoicismo, de resistencia y emboscada, de fe. Sea por nocaut o por decisión unánime, sea recargado contra la esquina y huyendo de los embates, los rojiblancos tienen elementos para imponerse.

Algo mágico en momentos muy delicados para la institución: cuando un club tan arraigado popularmente se cambia de estadio, no es fácil su periodo de adaptación. Como ejemplo contemporáneo al del Atlético, está el del West Ham, todavía saltando al campo del Olímpico de Londres con desarraigo y melancolía por haberse exiliado de su Boleyn Ground.

Con lo que Simeone logra inculcar tanto en sus muchachos como en las gradas, ese proceso de mudanza mental al Estadio Wanda Metropolitano tiende a ser muy veloz. Un Simeone no exento de cierto criticismo, al asumirse que con lo que ya gasta en fichajes y sueldos, algo más podría esperarse de los suyos y otros planteamientos son posibles. No obstante, bajo su guía se gana con sobrante de sudor (mimetización total: si quienes le enfrentaron en la cancha padecían a un Simeone, quienes le enfrentan en el banquillo suelen enfrentar a once) y apenas lo suficiente de arrojo ofensivo (como si los goles de un día pudieran serle descontados de otro).

La Juventus es el apesadumbrado ganador del tigre en esa rifa, propiciando el reencuentro de Cristiano Ronaldo con una de sus víctimas favoritas (¡le ha anotado 22 goles!). Así como nadie quiere en la cancha al Atleti (enfrentarle es en el mejor de los casos una visita al dentistaÔǪ y en el peor al proctólogo), el Atleti prefiere al común de los rivales antes que al crack portugués.

Más allá de otros choques apasionantes, como el París Saint Germain-United o el Bayern-Liverpool, para mí esta será la madre de todas las batallas en octavos de final.

Dos tigres en rifa que se han encontrado: uno va vestido a rayas, el otro opta por la abreviatura CR7 y conoce el silencio de la feligresía colchonera.

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