En el torbellino
Por: Kasia Wyderko
Facebook: kasia.wyderko //Corre: kawy@noos.fr

Tradicionalmente las elecciones al Parlamento Europeo levantan escasas pasiones entre el electorado de los 28 países de la Unión. Los argumentos más esgrimidos: de que su resultado no tiene impacto en la vida cotidiana, de que no se vota por los que realmente dirigen los Gobiernos de cada nación, porque son elecciones de “segundo orden” y poco se entiende de las doctrinas tecnocráticas de Bruselas.

En esta ocasión se palpa en el ambiente una auténtica efervescencia. Por primera vez, el proyecto de integración comunitaria, la meta de los padres fundadores, se ve seriamente amenazado por culpa de una irrupción ya infrenable de los nacionalismos populistas eurófobos capaces de plantar cara a la coalición europeísta. Lo único que nos puede consolidar es que de momento los partidos eurófobos no forman un grupo compacto.

Entre el jueves 23 y el domingo 26 de mayo, más de 400 millones de ciudadanos europeos están llamados a las urnas para elegir a 751 diputados de la Eurocámara en unos comicios cruciales en los que se juega el futuro de la familia europea. Una familia marcada por el Brexit y ondas de choque que envía a través de una Europa profundamente dividida por Donald Trump.

Resulta que el ex estratega del actual mandatario estadounidense y el arquitecto de su victoria lleva meses promocionando en el Viejo Continente la ideología populista de extrema derecha. Fue respaldo clave de uno de los rockstars del populismo europeo, el vicepresidente de Italia, Matteo Salvini.

No oculta su fascinación por el soberanista húngaro Viktor Orbán. Está cerca de Nigel Farage, jefe del británico Brexit Party, del partido polaco en el poder PiS, de los “Auténticos Finlandeses” y de la extrema derecha austriaca, sin olvidar su “tour” por España para motivar a los populistas de Vox. Y por supuesto desde hace tiempo apoya (y asesora) de manera incondicional en su “asalto al búnquer de Bruselas” a la mismísima lideresa de la francesa Agrupación Nacional (antiguo Frente Nacional), Marine Le Pen, la finalista en 2016 -junto con Emmanuel Macron- de la carrera hacia el Palacio del Elíseo.

Los últimos sondeos ponen a la cabeza a Le Pen, por “una Europa soberana de las naciones y de la protección”. El próximo domingo su partido obtendría 23.5% de los votos frente a 22% de la lista En Marcha de Macron, claramente debilitado por la crisis de los chalecos amarillos.

A unos días de los comicios europeos, el señor Bannon se instaló en el hotel más lujoso de París, Le Bristol (a tres mil dólares la noche), a unos metros del Palacio donde despacha el europeísta liberal Macron. Dedica su tiempo a conceder entrevistas a los medios galos en las que insiste que estas elecciones supondrán un “terremoto” político en Europa.

¿”Caballo de Troya” de Washington?, ¿banquero de Le Pen?, ¿una provocadora injerencia en la campaña electoral gala? Habrá que desear que Europa no se transforme en un patio de recreo para los títeres de Donald Trump, los que ganan puntos clamando contra una globalización salvaje.

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