Por Alberto Peláez
Correo alberto.pelaezmontejos@gmail.com // Twitter: @ pelaez_alberto

Dentro de un mes escaso, representantes de los 193 países que conforman el Concierto Internacional de Naciones Unidas se darán cita en Marrakech, Marruecos, para un hecho histórico. Se trata de la firma de un pacto global sobre la inmigración, el problema de este siglo.

La correcta forma de utilización del tiempo verbal se trataría del condicional “sería”. Efectivamente sería histórico si la seriedad de la firma implicara una solución real.

Sin embargo, este asunto es hoy irresoluble.

Las firmas se quedan siempre en lo mismo, en firmas, en sonrisas cómplices de los gobernantes que saben que no van a hacer nada, en apretones de manos, en abrazos estólidos porque saben que el porqué, la raíz del problema es mucho más difícil de arreglar de lo que se piensa.

En este mundo global, donde las fronteras pertenecen a todos y a ninguno, donde las masas migrantes se mueven en oleadas, donde la pobreza es la causa fundamental de las riadas de migraciones por todos lados, ese fenómeno se plantea como una pesadilla que hoy parece irresoluble.

El problema hay que atajarlo de raíz, pero de una raíz verdadera. La única manera de arreglar este asunto es hacer que el listón entre los países ricos y pobres se estreche. No existe otra posibilidad. Para cortar esa brecha se necesitan muchos esfuerzos de ambas partes.

Los países pobres tienen que solucionar el problema desde la educación, desde las escuelas profundizando en la solidaridad entre los habitantes de esos países de escasos recursos.

Los ricos también tienen que entender que el problema es igual, tienen que arreglarlo también desde la educación.

Si en los países pobres la educación es preponderante, en los ricos se convierte en fundamental. Y lo es porque resulta difícil concientizar a estos últimos sobre la necesidad de ser solidarios, de despojarse del egoísmo que los inunda en este siglo XXI.

¿Cómo explicamos que el mundo global es de todos y a todos nos pertenece? ¿Cómo explicamos a los países ricos que tienen que ser solidarios en beneficio de los más desfavorecidos? La tarea es complicada sobre todo en la práctica porque nadie va a dar su brazo a torcer.

Las opiniones expresadas por los columnistas son independientes y no reflejan necesariamente el punto de vista de 24 HORAS

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