Los numeritos
Por: Enrique Campos
Twitter: @campossuarez

No es buena idea llevarse los engaños y las historias de una campaña electoral al poder, porque la realidad es muy terca y suele imponerse a esos escenarios ficticios que crea la política.

Los que ahora gobiernan son auténticos maestros de esos mundos paralelos, son unos genios para crear una imagen negativa de todos los demás y para presentarse como los únicos capaces de salvar las cosas.

Pero el ejercicio del poder es otra cosa. La realidad es terca y suele imponerse a esos mundos virtuales creados en la imaginación política.

La inseguridad, la violencia, la corrupción y el pobre desempeño económico hoy imponen una condición negativa que se opone radicalmente a lo que el propio presidente Andrés Manuel López Obrador quiere ver.

En materia económica, la realidad la marcan un conjunto de actividades y agentes económicos que no se mueven en función de la voluntad de un solo hombre. Se refleja en los indicadores que miden su desempeño, y como buena actividad humana, el factor subjetivo de la confianza juega un papel importante en su desempeño.

Negar la realidad desde Palacio Nacional de que muchas de las acciones de Gobierno emprendidas hasta ahora no abonan a la confianza no ayuda al buen desempeño económico.

Tampoco es de mucha utilidad el querer voltear a otro lado ante las evidencias de que la economía se desacelera. El Producto Interno Bruto cayó el trimestre pasado, el sector industrial está en recesión, México pierde lugares en el listado de atracción de inversiones directas, en fin.

Nada de esto es parte de un complot orquestado por la prensa fifí o los huérfanos del neoporfirismo. Tampoco es una cachetadita económica, como dijo Alfonso Romo, jefe de la Oficina de la Presidencia. Los indicadores son evidencias matemáticas de que la economía no marcha bien.

Si la fuente de los datos económicos adversos que empiezan a aparecer fueran los manifestantes del domingo, que exigen la renuncia presidencial, se podría hablar con sustancia del complot. Pero ni el INEGI, ni el Banco de México ni los organismos nacionales e internacionales, públicos y privados tienen planes rupturistas para minar a este Gobierno.

Pero si hay una negación permanente de la administración actual, se corre el riesgo de no actuar en consecuencia y, por lo tanto, permitir que se agrave la condición económica adversa.

Si el presidente López Obrador reduce el deterioro económico a la mala fe de los analistas y la prensa chayotera, corre el peligro de no actuar como debe.

En la realidad económica paralela del Presidente todo va muy bien. Pueden venir tres empresas a prometerle inversiones y hasta un congreso, pero el indicador de Inversión Extranjera Directa de AT Kearney le da una visión global de la baja que tiene México en la atracción de capitales. Debería agradecer esa información, no atacar al mensajero.

La negación, explican los psicólogos, es la invalidación de la información no deseada, que lleva a vivir como si esa realidad no existiera. Esto es peligroso en el manejo de la economía.

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