Los besos generan diversas sensaciones en el cuerpo, pero cuando estos son eróticos los efectos son más fuertes, ya que utiliza gran cantidad de terminaciones nerviosas que permiten percibir, explorar y transmitir información al cerebro

A través de los labios se puede medir con mucha precisión la temperatura corporal de una persona, también el tono muscular y el estado de su sistema inmunitario. Además cuatro neurotransmisores se activan durante un beso estos son: la dopamina, la serotonina, la epinefrina y la oxitocina.

Cuando una pareja se besa, en especial con la lengua, existe un importante intercambio de saliva que genera que el hombre envíe testosterona a la mujer el cual sirve como una especie de afrodisíaco para activar su receptividad sexual.

“Cuando toda la información llega al cerebro, este valora si le gusta o no, si lo rechaza o lo acepta”, explicó David Bueno i Torrens, biólogo e investigador de genética en la Universidad de Barcelona.

Los besos funcionan como un examen de compatibilidad, ya que con él se evalúa la idoneidad de la pareja. Las mujeres sienten mayor atracción por el olor de los hombres que llevan un código genético distinto del de ellas, ya que de esta forma aseguran una mejor descendencia, según datos de la científica Sheril Kirshenbaum, de la Universidad de Texas y autora del libro La ciencia del besar.

Sin embargo, esto no significa que todo se enfoca principalmente en la química, ya que también pueden influir las experiencias previas de la persona. “Las interacciones de hormonas en el cerebro dependen también de la experiencia previa de la persona en sus relaciones sociales, aunque no se dé cuenta. Hay estudios con ratas dónde se ha comprobado que cuando un macho es rechazado por las hembras le cuesta más trabajo acercarse de nuevo a ellas. Otro ejemplo de la importancia de la experiencia previa es que cuando se besa a una persona conocida, las reacciones químicas son diferentes que cuando el sujeto es desconocido”, expresó el biólogo.

Tras el beso le llega todo el análisis al cerebro, y si existe esa compatibilidad, en décimas de segundos empieza a segregarse una serie de neurotransmisores (serotonina, dopamina, epinefrina y oxitocina) y la pareja comienza a notar los efectos.

Pero esto dependerá de cuál nos domine, por ejemplo: cuando se produce dopamina nos hace sentir placer y bienestar, la serotonina es la excitación y optimismo, la epinefrina aumenta la frecuencia cardíaca, la sudoración y el tono muscular, y, por último, la oxitocina la cual genera apego y confianza. Sin embargo, en ocasiones puede generarse la feniletilamina, “una anfetamina potente y rápida que estimula el sentimiento de placer, por eso el primer beso de los adolescentes suele ser más intenso y apasionado”, aseguró el doctor Jesús de la Gándara, jefe de Psiquiatría del Hospital Universitario de Burgos.

Sin embargo, toda esa pasión que se generan en los besos tiende a acabarse, ya que con el paso del tiempo la relación en sí llega a cambiar. Esto se debe a que la etapa de enamoramiento, la cual es energizante, va perdiendo su brillo para dar paso a una segunda etapa más calmada, pero esto no significa que se acabó el amor, sino que ya la persona se encuentra más a gusto con su pareja.

“Al principio de la relación hay gran estimulación hormonal donde dominan los andrógenos (testosterona) y la dopamina, pero con el paso del tiempo cambia y se estimula más la vasopresina y la oxitocina; se besan con menos frecuencia e intensidad pero de manera más cariñosa y estable”, explicó el psiquiatra Jesús de la Gándara.

Con información de El Universal

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