Murió Ricardo Villalba de COVID; alimentó a miles durante pandemia
Murió Ricardo Villalba de COVID; alimentó a miles durante pandemia

CANCÚN.- Este Día del niño no habrá quien reparta juguetes en El Crucero, en Cancún. Hoy, los cientos de personas que cada día llegan con hambre al lugar se quedarán esperando por una ración de comida, quizá la única que iba a probar en el día. Y es que la madrugada de este viernes falleció por Covid Ricardo Villalba, quien durante todo el último año se empeñó en ayudar a los más afectados por la pandemia y por desigualdades económicas y sociales de antes.

En abril de 2020, cuando la pandemia del coronavirus apenas asomaba a Quintana Roo, Villalba comenzó a repartir comida a los obreros que deambulaban por la zapatería que administraba, en la zona conocida como El Crucero, uno de los puntos de comercio informal más importantes de Cancún, también, uno de los lugares más pobres y menos seguros.

Empezó con un par de porciones, pero la voz corrió y las personas con hambre eran mucho más de los imaginados, por lo que Villalba improvisó una cocina en su zapatería. Los trabajadores, además de vender calzado, se involucraban en al preparación de alimentos y bebidas que por la tarde repartirían, primero, de manera un tanto caótica, aunque con el tiempo mucho más organizada.

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Para junio de 2020, cuando la primer ola de contagios alcanzaba su pico más alto, luego de que se habían decretado medidas de cuidado sanitario como la suspensión de actividades no esenciales y de que Quintana Roo se apuntaba como los estados con mayor pérdida de empleos (80 mil para ese entones), en el comedor de Villalba se repartían unas 250 porciones diarias. Gratis.

En la parte trasera de la zapatería que administra Villalba, en un cuarto de pocos metros cuadrados, se encuentra la cocina, compuesta por dos estufas hechizas, un refrigerador y un espacio para preparar los alimentos. Más allá, en el patio, una suerte de cámara de refrigeración, un horno, un cuarto para preparar comida al carbón y otro más con estufas de mayor capacidad.

De niño, de los 5 a los 10 años, Villalba deambuló por la Ciudad de México. “Era un vagabundo: vendía periódicos, chicles; fui tragafuegos, bolero, zapatero, ayudante de mecánico, ayudante de electricista, albañil, plomero”, contó alguna vez.

A los 13 se mudó a Campeche y a los 25 llegó a Cancún, donde trabajó vendiendo casas hasta fundar su propia inmobiliaria que, asegura, solo el crimen organizado y el cobro de piso de 50 mil pesos mensuales pudo derrumbar.

Después trabajó en un tianguis, hasta que juntó para rentar un local para vender zapatos que sigue haciendo las veces de comedor y en donde se han repartido al menos 272 mil raciones de comida.

En las últimas semanas, Villalba y su equipo, acompañado siempre de su esposa, Dianely Vidal, no solo repartían comida en la zapatería, sino que acudían a colonias irregulares, a las zonas marginadas, siempre excluidas de Cancún.

Pero además del comedor, Villalva usaba el lugar para dar refugio a mujeres violentadas y personas en situación de calle.

Este 30 de abril el equipo tenía previsto un día movido, planeaban repartir juguetes, pero en el lugar solo cuelga un moño negro.

Ricardo Hernández